Carlos Ángel Fernández Buey
El concierto
La clase de música
A menudo, cuando me hallo en medio de una
clase o de un concierto pienso en cómo empezó todo esto. La música de Bach está
siempre presente, al igual que la imagen querida y entrañable de mi maestro
viejito, con su chaleco raido y puesto del revés, con los botones a la espalda
para no rallar el violoncello. Bach y mi idolatrado maestro siempre me han
acompañado estos años.
Fue en aquellas interminables lecciones cuando
decidí dedicarme a la música: a la docencia y a la interpretación, siguiendo el
ejemplo de la entrega abnegada de Carlos, que así se llamaba. Cuando
interpretaba algo con su instrumento me emocionaba de tal modo, que no veía
llegar el momento en el que yo pudiera despertar tales sentimientos en un
auditorio, efímeros, volátiles, pero reales, como el vuelo de una mariposa.
El miedo escénico es parte integrante de la
puesta en escena y bien dirigido, puede ayudar a gestar una mejor
interpretación.
De algún modo, se produce un “subidón” de
adrenalina, un nudo en el estómago, que motivan un estado de excitación
especial, un tener la sensibilidad a flor de piel, con los que es necesario
aprender a convivir como compañeros de viaje que son y aprovecharte para
transmitir ideas y sentimientos que se materialicen en la interpretación.
Considerando que está ahí, ese llamado
miedo escénico, o respeto por el público, o por tu trabajo, motiva un estado de
alerta mayor, una respuesta inmediata. Yo por ejemplo puedo visualizar la
articulación de mis dedos, el arrastre en un cambio de posición, el color de
una frase por la intensidad que voy a poner en ella, antes de que se produzca,
etc. Ello será posible siempre que este miedo escénico no pase a constituir un
agente pernicioso, un lastre, un bloqueo que fuera de todo control arruine la
interpretación.
Factores que pueden ayudar al control y
dominio del miedo escénico son:
1.
Trabajo previo del repertorio a interpretar.
Las dificultades están dominadas. Esto da pie a una automatización de los
movimientos que permiten concentrarnos en aspectos interpretativos.
2.
Todas las variables que confluyen a la hora
del concierto están bajo control: luces, instrumento, atril, partituras,
vestuario…
3.
Salud física y mental: haber comido liviano,
el sueño del día anterior, paseo previo al concierto. Ejercicios de relajación.
Puede parecer una tontería pero contar los pasos del camerino hasta situarse
frente al público ayuda muchísimo: Tienes que transmitir seguridad, que tus
pasos sean firmes y seguros, que cuando te paras ante ellos tu mirada sea
franca y abierta…(el concierto ya ha empezado). Todo es un ritual.
4.
Cuando nos sentamos en la silla, hacerlo con
aplomo. Cómodamente. La respiración como factor desbloqueante de los músculos.
5.
Entablar una gran complicidad con los
compañeros:-pianista (dúo), trío, cuarteto, orquesta, (aunque en este caso la
responsabilidad es tan compartida que se difumina bastante).
Con
todo y aunque sean ya muchos años pasando por escenarios, en los que en
instantes, más o menos fugaces he logrado transmitir parte de lo que yo siento
y hacer feliz a alguien, todavía hay momentos en que si no controlo alguno de
estos factores, acude el miedo y la inseguridad.
Tampoco
he logrado dominar el miedo escénico en una circunstancia especial: una prueba
para oposición ante un tribunal y es que se me hace difícil, por no decir
imposible, abstraer el hecho artístico de una circunstancia que para nada lo
es.