Carlos Ángel Fernández Buey
La función docente puede resultar a
veces dura y en todo caso difícil de sobrellevar si no contamos con una
verdadera vocación, que se concreta en este amor al alumno. Tenemos en nuestras
manos, bajo nuestra responsabilidad la formación de un posible futuro artista
que confía ciegamente en nosotros y sigue nuestra pauta con ilusión.
También me parece importante señalar
la actitud de humildad que el profesor interiormente debe tener en cuanto a lo
que cada día aprende de sus propios alumnos.
El concepto de lo que ha de ser el
profesor ha ido variando con los tiempos. Así la revisión de términos se hace
necesaria:
La figura del profesor fundamentalmente ligada a la
transmisión de conocimientos.
La figura del maestro, en cambio, se vincula a la persona
de autoridad en la materia de enseñanza y que ejerce la docencia. Quien posee
maestría y ejemplaridad en alguna actividad del espíritu o del arte.
El
educador es el individuo que realiza e impulsa la educación de los
demás. (Tiene una connotación moral).
El pedagogo es el investigador en
materia de educación, “el profesional que desde una perspectiva científico aplicada,
diseña, dirige y realiza intervenciones
educativas en diferentes ambientes, tanto
nivel individual como grupal con la máxima eficacia y eficiencia.
(MILLAN 1983).
En la actualidad esas funciones se van
aproximando y se funden progresivamente en la persona del que llamamos
genéricamente profesor. Al que sin merma de su función transmisora de
conocimientos, se le exige más como educador, como maestro y como pedagogo.
El profesor será cada vez más un
técnico en instrucción, con capacidad para aplicar una tecnología eficiente,
pero también humana. De ahí que se le exija atención creciente a la
programación y la evaluación de la
enseñanza, para que desarrollen los alumnos “la capacidad creadora, la actitud
para el cambio, la plasticidad para la comunicación humana, y la
habituación para la hipótesis, indagar,
explorar y experimentar”. ASENSI DÍAZ,1983.
La figura del profesor queda diseñada
por lo que ha dado en llamarse “perfil
del profesor” que se compone de una serie o suma de rasgos capaces de
configurar su modo de ser y de actuar. Autores como GARCÍA HOZ (1983), ASENSI
DÍAZ (1983), OLIVA Y HENSON (1980) se han ocupado de estudiar estas
características que intentamos sintetizar y completar en el siguiente cuadro: (se
trata del retrato robot del profesor ideal ).
INTELECTUALES: Claridad de ideas,
pensamiento ordenado, facilidad de expresión oral y escrita, serenidad de
juicio, objetividad, memoria, imaginación, capacidad de análisis y de síntesis,
dominio de su materia, preparación cultural sólida –remota y próxima-,
creatividad.
DIDÁCTICAS: Respeto al educando,
conocimiento de los métodos de enseñanza, capacidad para el estímulo individual
y colectivo e los alumnos, conocimiento de la dinámica de organización.
MORALES: Ejemplaridad, abnegación,
paciencia, espíritu disciplinado, flexibilidad, apertura, equidad,
imparcialidad, educación autoridad para el gobierno de la clase, cuidado del
material.
PROFESIONALES: Entusiasmo por su profesión, iniciativa, capacidad
para aceptar sugerencias, constancia y responsabilidad en
el trabajo, facilidad para conectara con los deseos y necesidades de la
sociedad.
PSICOLÓGICOS: Equilibrio interior,
capacidad para la empatía, suavidad y decisión en el trato, optimismo, buen
humor, madurez afectiva.
Podemos añadir a lo anterior el
convencimiento por parte el profesor de que su carrera nunca está terminada y,
por consiguiente, actitud favorable a la formación permanente.