sábado, 29 de marzo de 2014
Natalia Gutman: "Hoy hay un gran dominio técnico", pero "Faltan talentos como el de Rostropocich o Richter"
Gutman: «El nivel técnico hoy es alto pero no hay fenómenos como Rostropovich o Richter»
28.03.14 - 20:16 - V. M. NIÑO | VALLADOLID
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CÁMARA.
Son amigas desde 1958, cuando tenían 16 años y coincidieron en el Conservatorio de Moscú. Natalia Gutman (Kazan) y Elisso Virsaladze (Tiblisi), rusa y georgiana de 1942, llegaron a la música por abuelos que les dieron sus primeras lecciones y se quedaron en ella. Hoy tocan juntas en la sala de cámara del Miguel Delibes.
«Somos amigas desde entonces pero durante años no tocamos juntas», aclara Elisso, una pianista que encontró su hueco en el repertorio de final del XVIII y el XIX. Llegó a los maestros rusos más tarde, después de los alemanes. Si se le pregunta qué compositor le plantea más retos, cual la sigue intrigando a pesar de haberlo tocado toda su vida, contesta rápida: Beethoven. Para Natalia es Bach. «Siempre que vuelvo a él es como si empezara de cero, tengo que abordarlo como alguien nuevo», explica Gutman.
Para ambas la música de cámara es la de la relación entre músicos, la que te «hace sentir como en familia». Y en familia debía estar doblemente Natalia cuando tocaba con su esposo el violinista Oleg Kagan. Por él grababan ambas en Live Classics, a él está dedicado el Festival de Música Internacional Tegernsee en los Alpes bávaros, fundado por Natalia Gutman en 1990, cuando se quedó viuda.
Las dos virtuosas son fruto del sistema soviético, de la escuela rusa que hoy ven diluida. «Ha cambiado todo mucho. Entonces estábamos sometidos a la exigencia estatal. Por ejemplo no podíamos salir a concursar al extranjero sin antes haber ganado al menos dos concursos nacionales. Hoy los jóvenes son libres de concursar dónde y cómo quieran», explica Elisso, que es miembro de varios concursos internacionales. Ahí palpa la evolución generacional. «Hay demasiados intérpretes, demasiados concursos. Hoy el nivel técnico es altísimo pero no tanto la musicalidad». Más concentrada en el abrazo del chelo que en la conversación, Natalia sale de su ensimismamiento cuando aparece el nombre de Rostropovich, su maestro.
Más allá de la partitura
«Creo, como Elisso, que hay un alto dominio instrumental pero no veo personalidades como Rostropovich o Richter. Rostropovich era un fenómeno natural, no se debía a la escuela aunque allí aprendiera la técnica, era una gran personalidad. No solo fue un intérprete excepcional sino que alrededor de él creció la importancia del chelo, los compositores escribieron para él, situó al instrumento en otra dimensión», dice una modesta Natalia a la que también un compositor como Schnittke le dedicó un concierto y una sonata. «Sí admite, pero fue en el siglo XX. No veo ahora nada de eso».
Las dos virtuosas son también maestras demandadas. Natalia echa de menos en los jóvenes el interés por lo que rodea cada obra, no solo la partitura sino que condiciones históricas, que influencias artísticas pesan en ella. Por eso agradece que una estudiante del Conservatorio de Valladolid, Amarilis Dueñas, le pregunte por cómo debe tocar el intérprete el miedo de Shostakovich y antes le de una miniconferencia sobre su compatriota. «Hay muchas historias alrededor de él, pero en cualquier caso, es alguien capaz de abstraerse y componer en una pequeña habitación con tres niños alrededor».